Los ocres de Vallparadís

El otoño ha vuelto a pintar de ocres y rojos el Parc de Vallparadís. Son los colores de la muerte, el declive de las hojas de los árboles que, al secarse, adornan de bellos colores los árboles, antes de caerse y dejar un panorama de desolación y de ramas desnudas. El anuncio del incipiente invierno.

Como ya comenté en otra entrada de este blog, los buenos paisajistas -urbanistas especializados en jardinería- cuentan con la estacionalidad y los cambios que operan cada cuatro meses para diseñar los espacios al aire libre, seleccionando especies de árboles y flores que hacen que el paisaje no sea monótono. Así, la selección de árboles perennes garantiza algo de verdor en el frío invierno, mientras que los de hoja caduca nos permiten disfrutar de cálidas gamas cromáticas que van del verde al rojo en el otoño. Es la magia del urbanismo centrado en la jardinería. Porque una parte del diseño urbano de una ciudad lo conforman sus jardines y, en el caso de Terrassa, el principal jardín sin duda es su particular “Central Park”.

El Parc de Vallparadís, afortunamente, es uno de esos espacios que mutan su aspecto en función de la estación del año en que nos encontremos, pasando del colorido de la primavera, en el que dominan los verdes, al del otoño, en que prevalecen los ocres y tierra, y llegando a la desnudez del invierno que, muy ocasionalmente, nos deja estampas en blanco por la nieve. Forma parte de su magia, no sé si en parte pretendida o fruto del azar, pues los torrentes que dieron origen a este gran espacio ya contaban con gran parte de la arboleda que en este tiempo ya nos cobija con su sombra.

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